La influencia de Juan Luis Cipriani en los candidatos.
¿Qué tienen en común el embajador de Estados Unidos, Magaly Medina y el cardenal Juan Luis Cipriani? Que los tres pueden convocar a los candidatos presidenciales para que confiesen sus secretos, aunque solo el arzobispo de Lima puede ordenarles lo que tienen que hacer.
El cardenal Cipriani puede tener la satisfacción de haber completado con éxito el plan de lobby más ambicioso que se recuerde en mucho tiempo gracias a poseer la capacidad de convocatoria suficiente para que los candidatos presidenciales no solo vayan a su residencia sino que, además, lo que es mucho más importante, salgan de su casa, rosario en mano, persuadidos de cómo debe ser la agenda sobre temas sexuales, reproductivos y los derechos de mujeres y gays.
El caso más sorprendente es el de Ollanta Humala, quien luego de esbozar una agenda de avanzada en esta materia, salió de la residencia del cardenal con unas declaraciones que parecieran expresar un lavado de cerebro. Pero Humala no es el único converso.
Los candidatos parecen tan desesperados por votos, y andan tan convencidos de que el cardenal se los puede proveer, que si este les pidiera a todos que canten villancicos de los Toribianitos, abrazados en la puerta de su casa, no dudarían en lanzarse a capela.
Eso no es culpa del cardenal Cipriani, quien, en todo caso, está ejerciendo su capacidad de realizar un lobby a favor de sus posiciones, las cuales son contrarias a los derechos de las mujeres y de los gays, especialmente a no ser discriminados.
Esto incluye asuntos como despenalización del aborto, unión civil o matrimonio entre personas del mismo sexo, o el rechazo a la homofobia. El cardenal tiene derecho a cabildear con los candidatos presidenciales con el fin de que estos adopten sus posiciones en temas como estos y, en general, para impedir que el estado peruano será verdaderamente laico.
Los candidatos, sin embargo, debieran tener el coraje para mantener posiciones aun cuando esto pueda costarles algunos votos. El cardenal Cipriani aprovecha esta debilidad y pone en práctica todo su esfuerzo con el objetivo de imponer sus criterios, incluyendo –como es obvio– su intención de petardear candidaturas específicas como la de Alejandro Toledo.
Son los problemas de la combinación de políticos pusilánimes con un cardenal que ya ha demostrado, para perjuicio de la propia iglesia católica peruana –por el desprestigio que le genera–, su intención de mezclar su agenda política con la religiosa, incluyendo su oposición radical al avance de una agenda indispensable a favor de los derechos de sectores de la sociedad como las mujeres y los gay.
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Por: Agusto Álvarez Rodrich
Larepublica.pe