El Domingo se entregaron los Premios de la Asociación de Prensa extranjera en Holliwood, mas conocidos como Globo de Oro y considerados como la antesala de los Oscar. Esta edición se ha convertido en la que mas presencia LTGB ha tenido de su historia. Pero parece que nadie le esta dando la importancia que deberia darsele.
Los Globos de Oro se entregan en los apartados de cine y televisión, distinguiendo entre drama y comedia o musical. Si ya en los pasados Emmy pudimos disfrutar de Neil Patrick Harris (gay) presentando la gala y a Jim Parsons (cuya homosexualidad pareció verse al descubierto entonces aunque no haya hecho ningún comunicado oficial para confirmarlo o desmentirlo) en esta gala de entrega de los Globos de Oro se hubiera podido ondear la bandera del arco iris sin ningún reparo.
Chris Colfer (joven abiertamente gay que refleja muchas de sus vivencias personales en el papel de Kurt Hummel) ganó el premio como mejor actor de reparto en comedia o musical. Jane Lynch (abiertamente lesbiana) hizo lo propio como mejor actriz de reparto en la misma categoría. Glee, la serie revelación de las dos últimas temporadas en la que ambos trabajan, se llevó el Globo de Oro a la mejor serie de comedia o musical, una serie creado por otro gay confeso, Ryan Murphy. Y no olvidemos que Jim Parsons, que interpreta de un modo magistral al freak Sheldon Cooper En The Big Bang Theory, se alzó con el Globo de Oro al mejor actor de nuevo en la categoría de comedia o musical.
En el apartado de cine la película The kids are all right, de la directora, también lesbiana, Lisa Cholodenko, estaba nominada como mejor película y mejor guión —consiguiendo quizá el más importante, el de mejor película— y sus dos protagonistas principales, la estupendísima Julianne Moore y Annette Bening estaban nominadas al de mejor actriz, siendo esta última la elegida en llevarse el premio.
Y no se me olvida que todas las nominaciones de la película estaban en la categoría de comedia o musical, es decir, las menos “serias”. De la asociación de lo LGTB con la hilaridad y la teatralidad también se podría hablar mucho pero el artículo me saldría demasiado largo.
La cuestión es que recibimos esta noticia tras años de invisibilidad y ninguneo por parte del mainstream del mundo del espectáculo, nos congratulamos unos segundos y el hecho queda olvidado. Nos parece lógico y normal que así suceda y no le concedemos mayor importancia. Bien es cierto que esa tendría que ser la actitud generalizada pero todos y todas sabemos que no es así. Que para la sociedad seguimos siendo una exótica anécdota; en este caso de una entrega de premios relacionada con el cine y la televisión.
Ya no recordamos cuando hace no mucho más de diez años (cuando, primero en UK y más tarde en USA, las dos versiones de Queer as folk comenzaron a abrir camino) mojábamos las bragas en cuanto había incluso un cameo de un personaje gay o lésbico en una obra audiovisual. Cuando se creaban festivales y muestras de cine LGTB a patadas (y que, recordemos, siguen en plena forma porque siguen siendo necesarios) por la ausencia de películas con contenidos con los que el “colectivo” pudiera identificarse. Cuando la presencia en cartelera de un filme de temática mínimamente gay o lésbica se convertía en una obligada peregrinación a alguna de las pocas salas en la que se exhibiese (en Madrid o Barcelona indefectiblemente) y a la vez en una congregación de caras conocidas entre las butacas porque, al fin y al cabo, éramos pocos incluso entonces los que se atrevían a entrar a ver una película sospechosa de maribollerismo por temor al que dirán.
Hoy no hay serie de televisión (esta supuesta era dorada de la televisión, el cine hecho capítulos que estamos viviendo y descargando masivamente) en la que no haya, mínimo, un gay o una lesbiana o se trate el tema en tramas episódicas. Las películas con contenido LGTB llegan al circuito comercial con un poco más de facilidad que antes (e incluso dicen por ahí que hay heterosexuales que entran a verlas sin torcer el morro). Sí, nos lo hemos ganado. Hemos bregado por ello, insistido, machacado, colocado delante y detrás de las cámaras, en la sala de guionistas para que esto sea así. Pero no caigamos en la indiferencia pensando que está todo conseguido ya (lo que viene a ser la misma actitud que se tiene en este país desde que se modificó el Código Civil en 2005 y el matrimonio homosexual pasó de quimera a realidad). Los derechos son frágiles como el cristal de Bohemia mejor tallado. Y todavía hay un sector de la sociedad y de la clase política que estaría dispuesto a dar marcha atrás (que lo consiguiera o no sin que la opinión pública se les echase encima es harina de otro costal). No está todo conseguido. Igual que salir del armario se ha acabado convirtiendo en una tarea diaria, el mantenimiento de los derechos tras su consecución (sea esta legal o social) hay que pelearlo también cada día. Porque todavía existe la homofobia. Externa y, la peor de todas, interna.
En su presentación de la gala de los Globos de Oro su conductor, Ricky Gervais, se refirió a la película Philip Morris, ¡te quiero! pese a no estar nominada comentando: “Es una película en la que dos heterosexuales interpretan a dos gays, todo lo contrario que algunos famosos cienciólogos”. Y, pese al estupor de la audiencia, la mayoría sabía de quiénes estaba hablando. Y es que todavía hay gente que no asume su homosexualidad ni puede vivirla abiertamente. Y eso es porque algo sigue fallando. Pese a todos los avances.
FUENTE: ACENTOCIRCUNFLEJO
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