5 de January 2010
Esta carta la conocí por Alan… La original es en Ingles… Prometió traducirla y nunca lo hizo… Hoy, Alex lo hizo y quiero compartirla con Uds…
Es un poco larga, pero les aseguro que no tiene desperdicio…
La nota suicida de Bruce fue el impactante testimonio de la horrible verdad… desorientado, sufrió durante años de una dolorosa confusión. La explicación es muy simple –era gay e iba a quitarse la vida. La escribió para que entendiéramos sus razones y para decirnos “adiós” con amor. Sin embargo, leerla fue como beber ácido. Así como mantener su homosexualidad en secreto fue su “veneno”, su nota suicida fue el mío. Uno no pierde a alguien como Bruce sin perder también una gran parte de uno mismo.
Nunca había pensado, antes de la muerte de Bruce, que perder a alguien podía ir más allá de lo que experimenté a perder mi padre. Pensé que esa sería la más profunda tristeza y el más duro sentimiento de perdida que jamás conocería. Pero aunque dejó un lugar vacío en mi corazón, la acepté. Nos preparamos toda la vida para la muerte de nuestros padres, y generalmente sufrimos la pérdida una y otra vez en nuestras mentes incluso antes de que suceda. Pensamos en ella, tememos por ella, pero nos damos cuenta de que es tan inevitable como nuestra propia muerte. Llevamos adelante una preparación mental y comprendemos que cada generación tiene su tiempo. Por supuesto, no siempre. La gente muere joven, muchos lo han hecho, pero no para mi… no hasta que murió Bruce.
Perder a tu hijo no tiene una gota de “natural”. La naturaleza nos incorpora la necesidad de alimentar y proteger a nuestros hijos. Ellos sufren… tú sufres. Sufres sus dolores, sus heridas, sientes con ellos un bienestar que no sientes con otras personas a las que amas. Cualquier cosa que les pase, te pasa a ti. La siguiente cuestión es “cómo pierdes a un hijo”. El suicidio es devastador. No hay nada “natural” en él. No es el resultado de la pérdida de funciones del cuerpo, ni siquiera es el resultado de un accidente casual. Si se trata de la decisión, que una persona toma, de acabar con su vida para escapar de los que aparentemente son problemas irreconciliables, entonces es un error.
Hoy, 18 años mas tarde, comienzo la historia de Bruce con una carta, que espero que lo alcance, dondequiera que se encuentre… como sea.
Septiembre de 1999
A mi querida familia y amigos:
Siento mucho que todo termine de esta manera, pero este es mi destino. No podía soportar más vivir de esta manera. La razón por la que traté de suicidarme antes es la misma por lo que lo hice de nuevo. Soy gay. Nunca quise serlo y siempre tuve la esperanza de poder cambiarlo, pero no pude. Quería vivir una vida normal, pero Dios me creó de esta manera y no hubo nada que yo pudiera hacer para cambiarlo. Nací así y créanme que no elegiría esta forma de vida si pudiera hacerlo, porque sé que es dolorosa e inaceptable.
Siento profundamente que todos ustedes tengan que afrontar esto, pero yo no pude hacerlo. De esta manera puedo gozar de una vida tranquila después de mi muerte en vez de una de miedos, agonía y depresión. Por favor sepan que no es mi intención lastimar a nadie, tan solo quise acabar con mi propio dolor. Los amo a todos profundamente y ojalá algún día pueda encontrarme con sus comprensivas almas y corazones. Solo espero que Dios me lleve consigo al cielo…
Con amor, por siempre,
Bruce
Mi querido Bruce,
Se que debes haber sufrido el más profundo dolor para hacer lo que hiciste. Te alejaste de nosotros hacia un lugar donde sabías que alguien más te encontrarí eventualmente… Sé que lo planeaste así, para evitar que cualquiera de los que te amábamos te encontrara. Todavía se me revuelve el estómago cuando lo recuerdo. Tan horrible… mi bebé ahí solito. Tu delgado cuerpo fue encontrado aplastado, roto y en descomposición, en un precipicio, 130 metros abajo, en la soledad del inmenso Gran Cañón. Mi corazón aun hoy se quiebra cuando pienso en ti y tu trágico final querido hijo mío. Debes haber sentido mucho odio hacia ti mismo para hacer lo que hiciste. Debes haber estado tan desesperado…
Siento tanto, tanto, mi amor, no haber podido ayudarte o salvarte. Siento no darme cuenta de que pretendías ser quien no eras y creer que estabas bien.
Lo que te paso a ti, es mi más grande y terrible tristeza. Me persigue el fantasma de la impotencia que siento desde entonces. Si alguien te hubiera asesinado, o si una enfermedad o un accidente hubieran quitado tu vida, tendría alguien o algo a quien culpar, algo que libere mi mente de este tormento que siento día a día. ¿Pero el suicidio?
¿Cómo hace una madre para hacer las paces con el suicidio de su pequeño? Sé que tu dolor te llevo a esto, entonces ¿Cómo puedo enojarme contigo, cuando el asesino de mi hijo eres tú mismo? Cuando lo que te llevó a hacer esto fue tu propia desesperación.
Pienso en cuando estabas vivo y me acuerdo de lo orgullosa que estaba de ti, y todavía lo estoy, del maravilloso ser humano y del hijo servicial y amoroso que eras. No era solo yo quien te quería, otros también te amaban y me dijeron del excelente chico que eras. Que hayas sido quien eras, hace el hecho de perderte aun mas difícil de soportar, incluso ahora. Destruiste nuestro futuro al destruir el tuyo.
¿Cómo pudiste pensar que podríamos enfrentarlo mejor de lo que tú podías? Estabas sufriendo, es cierto, pero no tenías idea del dolor que el suicidio provoca a las victimas que son dejadas atrás, porque mientras tanto tú estabas inmerso en tu propio dolor. Nuestras vidas llevan la cicatriz del peor tipo de pérdida, culpa y remordimiento. De esas que nunca terminan de cerrar. Aun así, ¿como puedo enojarme contigo si estabas soportando tremendo dolor? Simplemente no puedo.
Tu nota me muestra cuan depresivo estabas y cuan torturada se sentía tu mente por el pesado secreto que cargabas sobre tu espalda. Todavía me cuesta entender que la razón de tu suicidio sea la homosexualidad. ¿A quien le importa que lo seas? Ésta hizo de tu muerte aun más trágica. Mi querido y adorado Bruce, ¡No lo sabíamos, no lo vimos venir! Nadie sabía que esto devoraba tu espíritu. Tampoco sabíamos de tu lucha diaria contra la depresión. Por favor, perdónanos por ser tan ciegos.
No hace mucho tiempo leí una triste historia en la que un adolescente gay escribió que “estaba esperando a que su madre le preguntara si lo era”, porque no podría juntar las fuerzas para decírselo. Él y su madre eran tan unidos, que pensaba que ella debía ya de saberlo, e interpretó entonces el silencio de su madre como un símbolo de su desaprobación. Ese no era el caso. Ella en realidad no lo sabía, pero eso era “lo que él creía” Me hizo preguntarme… ¿estabas esperando a que yo te lo pregunte? O quizás pensabas que ya lo sabía, pero no lo aprobaba. ¡Esa posibilidad me golpea en el pecho como una tonelada de ladrillos! Si es así… peor aun tu dolor y el mío. Siento muchísimo, hijo mío el haberte decepcionado, pero no lo sabia. Vivo con tanto remordimiento mi amor…
Sufriste por ese terrible secreto que te destruía. Puedo entender tu miedo a decirnos, pero no la decisión que ese miedo te llevó a tomar. No es lógico que haya tenido que acabar de la forma en que lo hizo, no para mí. Se originó fuera de ti, tú tomaste todo ese odio, miedo y conceptos erróneos que pertenecían a otros dirigiéndolos hacia ti mismo, envenenando de esta manera tu propia mente y espíritu. Me entristece saber que no estabas expuesto a una visión sana y positiva sobre la homosexualidad. Una visión que te ayudara a aceptarte a ti mismo. La pequeña ciudad en la que creciste no tenía una mente liberal como la de Toronto. La homosexualidad no era algo visible. Pero el hermano mayor de tu mejor amigo era gay asumido y Tony y yo teníamos amigos gays, y tú sabías cuanto los queríamos y respetábamos. ¿Por qué, entonces, tenías tanto miedo de confiar en nosotros? ¡Quiero decirte ahora, que no me importa a quien ames! pero sabes que “ahora” es demasiado tarde, Bruce… y aunque lo explicaste en tu nota… ya era demasiado tarde…
No lo entendiste, Bruce. No te diste cuenta de cuanto valoraba cada una da tus partes y que siempre lo haría, sin importar lo que pase. Mi amor no tenía condiciones… si eras esto, si eras aquello, si hacías esto, o aquello, si te ponías o no tal o cual etiqueta. Eras mi niño. ¡No hubiera habido ninguna diferencia para mí! ¡Hubiera estado a tu lado sin importar lo que pase! ¡Me mata pensar que no sabías eso! ¡O quizás yo no importaba en esta decisión! Quizás, la única verdad es la que nos dijiste en tu nota… que simplemente no podías vivir con esto. Pero eso es solo, porque no podías compartir tus sentimientos y tus miedos. Estando tan solo en una guerra personal contigo mismo, no puedo entender que hayas creído que solo morir podría liberarte de tu batalla. Pero es una lástima que abandones tu vida por el hecho de no ser heterosexual. No diste oportunidad a que te condenen, te condenaste a ti mismo….
Tu nota nos muestra el inmenso amor y comprensión que sentías por aquellos a los que amabas. Todas aquellas palabras desde lo más profundo de tu corazón, tratando de hacer que las cosas se pongan bien. Sin culparnos u odiarnos, sin insultarnos… solo una triste reflexión sobre tu situación, con la esperanza de que nosotros te comprendiéramos y de que Dios te aceptara. Tu tierna alma brilla a través de tus palabras, y la belleza de quien fuiste hace tu pérdida aun más horrorosa para mí. Todavía me duele el pecho cuando recuerdo aquella noche en Flagstaff cuando la leí por primera vez y me di cuenta de que estabas muerto. Fue tan devastador saber que no estarías para siempre, que ya no era sólo un miedo rondando en mi cabeza, sino una insoportable realidad. ¡Incredulidad incluso frente a la realidad! Solo puedo recordar el dolor de ese momento y de los meses que le siguieron; Me es imposible describirlo con palabras. A demás de mi dolor por perderte, sufro el tuyo una y otra vez desde que leí lo poco que nos dejaste, que aun así es un gran rompecabezas que, como una peste, me persigue cada día.
El aspecto más contradictorio de tu bondad descansa en el hecho de que no juzgabas a los demás, simplemente los amabas y aun así te juzgaste tan duramente a ti mismo. Derrochabas amor y comprensión y, por dentro te maltratabas a ti mismo.
Debe haber sido terrible tu dolor para que creas que no podías compartirlo con nadie. Seguramente temías el rechazo y eso todavía me duele. Si hay alguien ahí afuera que sabía por lo que estabas pasando, nunca lo dijo.
En tu nota nos dijiste que seríamos capaces de enfrentar esto mejor que tu. Bruce, no te diste cuenta de cuanto nos importabas y tampoco estaba en tu poder entender el impacto que tu suicidio tendría sobre nosotros. Mientras tú tomaste “control” de tu vida ejerciendo tu poder de elección, nosotros fuimos dejados indefensos sin poder hacer más que aceptar tu horrible decisión de morir. Es la píldora más amarga que tuvimos que tragar, enterarnos de todo demasiado tarde… sin poder ayudarte… para que sigas con vida. Todo cambió con tu muerte, Bruce.
Todos nosotros, de diferentes maneras, nos vimos afectados. Saber de tu verdad escondida me hizo dar cuenta lo poco que sabemos de las personas que amamos sin importar que tan cerca estén de nosotros, y esto me da mucho miedo. Me engañé a misma por creer que realmente te conocía, a ti, mi propio hijo y aprendí que solo podemos saber lo que el otro está dispuesto a compartir. Y lo irónico es que siempre pensé que te conocía tan bien, porque me dijiste más de ti mismo de lo que lo hicieron tus hermanos alguna vez. Me contaste abiertamente tus dolores y desilusiones mientras crecías. Eras un individuo tan expresivo que no embotellaba sus sentimientos. Te comunicabas de manera increíble, y eras siempre un oyente atento. Adoraba que hablaras tanto conmigo, y sin embargo esto me llevó a creer que “sabía quien eras” y lo que sentías sobre ti mismo y sobre tu vida en general. Esto, me llevo a preocuparme menos sobre tu bienestar y resulta que eras el único que estaba en “serios” problemas. ¿Las cosas no son siempre lo que parecen, no?
Recuerdo también, como podías lograr hacerme ver tu punto de vista para que yo pudiera entender lo que quisieras. Podía oponerme rotundamente hacia algún asunto, pero si tu te lo proponías, hablabas y hablabas, hasta que yo terminaba por convencerme de que sabías lo que era lo mejor para ti, y yo, quedaba rendida a tu lógica. Tenías convicciones tan fuertes que yo respetaba incluso juicios que afectarían tu vida, tu futuro. También confiaba en tu palabra. Siempre creí lo que me decías, Bruce, y por eso te ganaste mi respeto mientras te hacías adulto. Ahora se, que los sentimientos negativos y los humores cambiantes por los que pasaste el último año de tu vida no eran dolores normales de crecimiento, con la confusión que usualmente enfrentamos al convertirnos en adultos teniendo que tomar decisiones de vida.
¿Esperabas que te encontráramos y te detuviéramos? Nunca sabré con certeza ninguno de tus pensamientos, excepto los que escribiste en tu nota. Todo lo demás es todavía un misterio y nunca lo sabremos todo, por lo menos no en esta vida. A veces mientras pienso en tu viaje, te imagino en los diferentes escenarios que transitaste hasta llegar a tu destino final. Me imagino que estás seguro de lo que estas haciendo; ¡Me imagino que estas confundido e inseguro, pero que no puedes regresar y explicar las cosas; Me imagino que te estás preguntando porqué nadie te detiene antes de que hagas esto!
A veces me torturo a mi misma pensando en que quizás creías que no nos importabas lo suficiente como para encontrarte a tiempo. Durante todos los días de tu viaje nos volvimos locos tratando de encontrarte, rezando a Dios para que estés bien, esperando tu llamado diciendo “estoy aquí y estoy bien”. Nueve días más tarde, luego de que tu auto abandonado fuera encontrado, tomó 3 días más encontrarte a ti… tu cuerpo sin vida estaba tan destruido y podrido que no me dejaban verte. Les rogué, Bruce, les pedí y alegué que era mi derecho abrazarte, darte un beso de despedida, por última vez, pero ellos solo decían NO dando innumerables razones, explicando que era lo mejor para mi. Eran tan rotundos, tan firmes, que finalmente me preocupé, me asusté y me di por vencida. Pero su decisión me quito el derecho que, como madre, tenía de ver los restos de mi hijo y decir adiós a más que solo al aire y derramando lágrimas de amor pedir por tu descanso al cielo, porque desaparecerías de mis ojos para siempre. Se que ellos solo reaccionaron a mi estado de nervios, e hicieron lo que pensaron era lo mejor para mi en ese momento, pero estaban equivocados… estuvo “mal”. Debí haber derribado esas puertas que llevaban hacia ti en vez de darme por vencida. Eras mi propio hijo, una parte de mi, y de repente estabas muerto, y yo, esperando recibir el informe de los hechos de parte de completos extraños, simplemente me doy vuelta y me voy a casa! Para ellos todo había terminado… para mi, era solamente el principio de mi vida sin ti, traumática e irreal. No era el cierre de nada. Y lo más frustrante fue que tú, estabas solo detrás de una puerta, a pasos de distancia. Pero nadie me escuchaba. Me sentí simplemente sola en todo esto, fue una experiencia amarga.
Rogué que me dieran algo que me conectara contigo y cortaron un trozo de tu remera, lo lavaron y me lo dieron. Era de una de las remeras que tu mismo hiciste, turquesa y morada. Compartí pequeños pedacitos con los miembros de la familia, como se hace con las reliquias de un santo. Y hasta que me entregaron tus cenizas, fue lo único que teníamos para hacerlo real.
Meses después, pedí todos los reportes policiales y los pocos afectos personales que todavía conservaban en la estación de policía. Leí todo, tratando de recuperar alguna conexión contigo y tus horas finales. Sentí la necesidad de saber todo lo que pudiera… para ser parte… para entender… para vivirlo en mi cabeza. Necesité hacerlo desesperadamente. Toda tu esencia y mis recuerdos están en lo profundo de mí y estarán ahí por siempre. Necesitaba unir los puntos y llenar tantos vacíos como pudiera… como tratando de resolver un misterio. Aunque muchísimas partes todavía faltan, he logrado aceptarlo, ya que hay cosas que nunca sabré y no puedo cambiar el pasado.
Siento que todos somos de alguna manera responsables por tu muerte y por la de tantos otros –desde las actitudes homofóbicas que nuestra sociedad adopta, mi propio sentimiento de fracaso por no proporcionar una educación sexual que vaya más allá de los límites del amor heterosexual; incluyendo comentarios dañinos o bromas a las que pudiste haber estado expuesto por los que conocías, quienes no sabían que te estaban lastimando. De esta manera podrías haberte amado a ti mismo lo suficiente para pelear y para que no te importe un bledo la manera en que la gente responda a tu forma de ser. A tu edad, sin embargo, la forma en que otros piensan de nosotros es la forma en que pensamos de nosotros mismos, porque nos vemos a través de los ojos de los demás. Solo hubiera deseado que no te importe, Bruce….
Mi amor, hubieras tenido con vos a las personas que realmente importaban. Sé que nunca te sentiste de esta forma contigo mismo, pero eras verdaderamente magnifico y un ser muy amado. ¿Oh, como pudiste no habérselo dicho a nadie? Trato y trato de entender tu razonamiento y tu decisión, y todo lo que pienso es que si nos lo hubieras dicho, si hubieras hablado de tus sentimientos y tus miedos, y entendido que nuestro amor era incondicional, te habrías aceptado a ti mismo. Podríamos haber vencido juntos los obstáculos. Pero habiendo mantenido escondido y encerrado de esa forma, no tuviste apoyo. Nadie quien disipara tus preocupaciones imaginarias o que entendiera tus preocupaciones. ¿Y sabes que, Bruce? Muchísimos profesionales me dijeron que si estabas decidido en quitarte la vida, nadie podría haberte hecho cambiar de decisión. Bueno, supongo que eso es cierto considerando lo que pasaba en tu cabeza, pero creo que si tan solo hubiera percibido lo que pasaba y hubiera podido hablar contigo, todavía estarías vivo. Lamento no ser más preceptiva. Creo que hubieras querido seguir viviendo si supieras que la gente que te quería diría “Y que… gran cosa… no nos importa, te amamos y nada puede cambiar eso…” Creo que todos podríamos haber hecho la diferencia, Bruce. Conociéndote, sabiendo lo parecido a mi que eras… simplemente lo se.
Con solo 21 años, difícilmente habías experimentado la vida. Todas esas experiencias que son hermosas, alegres, enriquecedoras, tantas oportunidades para crecer y vivir lo que tú quisieras, todas imposibles ahora.
No hay palabras para expresar de manera adecuada cuanto te extraño, mi amor.
A veces miro el cielo e imagino que estas ahí, en algún lado, rodeado por todo el amor del universo, sintiendo la paz interior que tan fervientemente añorabas en tu vida humana. En otra dimensión, pero cerca mío. Te busco en mis sueños. Te siento en la belleza de la naturaleza… en el cielo, el agua, los árboles, las flores y en los pájaros volando libremente… tu espíritu está en todas partes, mi amor. ¡Estoy tan agradecida por haberte tenido este tiempo. Gracias por elegirme como madre, querido Bruce, por todo el amor y el afecto que tu generoso y dulce corazón tan bien me dio. Estoy tan orgullosa de haberlo sido. Me trajiste muchísima alegría. Te agradezco por todas las veces que me hiciste sentir tan amada y especial e importante para ti. Por todos los momentos tiernos, tu calidez, tus sonrisas, abrazos y besos, por tu risa y diversión… Por todas las tarjetas que me escribiste de forma tan conmovedora… atesoradas! No importa donde estés, ni en que forma, ni en que dimensión, para mi estás aquí en mi corazón. Descansa en paz en la luz y espera por mi amor mío…
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